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José Asunción Silva ocupa un lugar de honor en las letras hispanoamericanas y, al lado de Rubén Darío, puede ser considerado como el precursor de ese gran movimiento literario y cultural que fue el modernismo en América Latina. Su obra, escrita casi toda en la Bogotá provinciana y pacata de finales del siglo XIX, es, entre otras cosas, una rebelión contra todo aquello que obstruía el desarrollo de una personalidad independiente y creativa, lo que explica el carácter contradictorio y pesimista de una buena parte de ella. La selección y el prólogo que ofrecemos al lector fueron elaborados por el escritor Eduardo Camacho Guizado, autor de varios ensayos sobre Silva. Los textos en prosa y los poemas escogidos recogen lo más representativo del poeta, y el estudio preliminar constituye una valiosa aproximación a uno de los mayores exponentes de la lírica colombiana.
Mark fue un pintor, un artista. Me parece que es el primer paisajista de la historia del país… el primero que capturó al aire libre, con esbozos a lápiz coloreados enseguida con acuarela —método bastante literal—, lo que estaba delante de sus ojos y la luz que lo bañaba. Admitiendo un ligero tinte romántico —trópico benigno, bello, tranquilo, sencillo—, no tuvo más preocupación. Por eso convence tanto. Malcolm Deas Hijo de padres ingleses vinculados al servicio consular del Imperio Británico, E. W. Mark fue cónsul general encargado de Inglaterra en Bogotá a mediados del siglo XIX. Pintor aficionado, dejó un testimonio gráfico insustituible del país de aquel entonces.
La lección del maestro es considerada una de las mejores novelas cortas de Henry James, uno de los más grandes escritores del siglo XIX. En esta novela, magistralmente traducida por Hernando Valencia Goelkel, el autor muestra la complejidad de las relaciones humanas en torno a la relación de dos escritores y la mujer que ambos amaban. Uno de ellos es el maestro que aconseja a su joven discípulo (el otro escritor) que para lograr el éxito de su carrera literaria debe renunciar a los placeres mundanos. El joven escritor no logra tener claro si lo que guía el maestro es su gran generosidad o el egoísmo.
La vida de Porfirio Barba Jacob fue un continuo y desgarrado peregrinaje por diversos países de América. Estuvo radicado en México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Perú y Colombia, colaborando con toda suerte de publicaciones literarias y políticas que apenas le daban para subsistir, y este espíritu errabundo, lleno de pasión y de nostalgia, formó parte esencial de sus imágenes poéticas. Su obra está signada por la angustia, la sensualidad y la omnipresencia de la muerte, y su Canción de la vida profunda sigue siendo el poema más leído y recitado en Colombia. Porfirio Barba Jacob murió en México el 14 de enero de 1942, víctima de la tuberculosis, en medio de la más agobiante pobreza. Había salido de su tierra natal, Santa Rosa de Osos, casi cuarenta años antes, y en ese largo exilio no sólo escribió algunos de los poemas más bellos de nuestra literatura, sino que forjó un sólido mito alrededor de su vida trashumante y llena de episodios escandalosos.
El hombre al que amó y otros cuentos dispersos reúne 13 relatos hechos por Cheever en los años treinta y cuarenta (época de la Gran Depresión), que quizás para los conocedores de su obra tengan una voz un poco diferente, tal vez más autobiográfica. Cheever presenta en este libro cuentos que hablan de sus viajes de juventud (Reunión tardía y Cervezas fuertes y cebollas dulces); que reflejan sus tiempos en Quincy, Massachusetts (Autobiografía de un agente viajero y De paso). Páginas de juventud escritas con el sello personal, con ese estilo narrativo de quien ha sido catalogado como uno de los más importantes cuentistas de los Estados Unidos.
La traducción que ofrecemos de este hermoso libro, fue realizada, en forma inmejorable, por el poeta León Felipe, el legendario autor de La insignia y de Español del éxodo y del llanto. Walt Whitman en 1855 publicó de manera casi clandestina la primera versión de un libro titulado Hojas de hierba (Leaves of Grass), que habría de convertirse con el tiempo en la piedra angular de la moderna poesía norteamericana. La obra era una especie de manifiesto revolucionario en contra de la dominación cultural europea, y sus versos libres, cargados del lenguaje de la gente común, rompían radicalmente con las tradiciones poéticas más veneradas de su época. Whitman dedicó el resto de su vid...
De los muchos colombianos que conocen y cantan aquello de “Oye; bajo las ruinas de mis pasiones, / en el fondo de esta alma que ya no alegras, / entre polvo de sueños y de ilusiones / brotan entumecidas mis flores negras”, son pocos los que saben que estos versos hacen parte de la obra poética de Julio Flórez (1867-1923), el más importante de los escritores que conformaron, en plena Guerra de los Mil Días, la famosa Gruta Simbólica. Julio Flórez es quizás el poeta colombiano que con mayor vigor ha calado en los sentimientos de nuestro pueblo. Sobreviviente del romanticismo, admirador de Bécquer y de Víctor Hugo, pugnó por apropiarse de las enseñanzas de los simbolistas. Su poesía, llana y a la vez elaborada rítmicamente, resultó amarga, sombría y en ocasiones incluso macabra, fiel testimonio de un país que al asomarse el siglo XX se encontraba deshecho por las guerras civiles, despojado impunemente de buena parte de su territorio, empobrecido y tiranizado. Combatida literariamente por muchos, la obra de Julio Flórez sigue siendo leída, cantada, vivida.
Este libro sobre las fortificaciones españolas en el mar Caribe, mezcla un excelente contenido con fotografías espectaculares y mapas que enriquecen la experiencia del lector. Estas fortificaciones le permitieron a España disponer de su poder naval para inhibir otras presencias en América. Descontando la guerrilla marítima y uno que otro golpe de mano, hasta la derrota de la Armada Invencible en 1588 nadie se arriesgó a retarla frontalmente en aguas del Nuevo Mundo. El siglo XVI es suficiente para que España establezca puertos, conquiste el interior del continente y afiance su dominio sobre minas de plata y mano de obra indígena. Su administración, su gente y su cultura echan raíces. Y en el Caribe, su mar interior, da comienzo a un eficaz cerrojo de piedra para salvaguardar un imperio. A pesar de su debilidad al final del siglo XVII y a principios del XVIII, los enemigos llegados tardíamente deben contentarse con la periferia.
La versión que Carlos Martín ha hecho de El cementerio marino es digna de ser mencionada no sólo como ejemplo de fidelidad al original francés sino también por su nobleza formal, la belleza y el rigor de su lenguaje, la buscada adecuación al hondo sentido del poema, la notable transparencia de la dicción poética. La concurrencia de estas virtudes la enaltece entre las varias traducciones que en el mundo hispano se han realizado de El cementerio marino.
Nietzsche fue uno de los filólogos clásicos más importantes de su tiempo y un hombre de una sensibilidad, cultura y lucidez extraordinarias; sus aforismos filosóficos terminaron de corroer los cimientos en que reposaba la tranquilidad de la conciencia burguesa de finales del siglo XIX, y su maestría en el manejo del idioma lo coloca al lado de Lutero y de Goethe entre los grandes innovadores de la prosa alemana. Los Ditirambos de Dionysos hacen parte de su obra tardía. Fueron concluidos en enero de 1889, el año de su desmoronamiento espiritual definitivo, y constituyen uno de los poemas más ambiguos, complejos, sobrecogedores y extraños de la literatura universal. Traducción y prólogo de Rafael Gutiérrez Girardot.