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Palabras nos cuenta la historia de Teresa fragmentada en 84 palabras que nos llevan a conocer su pasado, en el que duerme un terrible secreto, que despierta con toda su crudeza en el peor momento de su vida. Contratiempo que ella afronta cargada de la experiencia que le otorgan sus seis décadas cumplidas. Teresa se reconforta con la compañía de Abril, su nieta adolescente, cuya frescura impregna estas páginas, dulcificando unos recuerdos que reclaman restituir el honor de todas las mujeres. Un mundo hecho de palabras, manejadas con profundo sentido por la protagonista de esta historia, que nos lleva desde la paz hasta sus conflictos internos, para situarnos ante una disyuntiva entre la condena y el perdón. Un rico mundo de matices, cincelados a golpe de pluma, entre los que también caben el humor y la inocencia.
Según asegura mi gran amigo y mejor escritor Alexander Prieto Osorno, mi bagaje literario tiene la entidad suficiente para que este, mi último trabajo, no precise ser prologado por nadie. No estoy segura de dar por buenas sus elogiosas palabras al respecto, pero aún así, me atrevo a ser yo misma la que presente mi nueva novela: desde el otro lado, que ha sido escrita desde la necesidad personal de mirar a las estrellas y contarle a mi padre, todo lo que recuerdo, lo que me sorprende y cuanto imagino en este afán mío por narrar historias. Para comunicarme con él me he servido de su viejo teléfono: una reliquia para el recuerdo, un teléfono para la eternidad. Espero que os guste.
A veces las historias que leemos o nos cuentan, incluso las que nosotros mismos relatamos, no encierran otra intención que la de distraernos. Juegan con las palabras, como si se tratase de ladrillos que levantan edificios, construyendo otros mundos. Historias que no requieren respuestas, tan sólo nos producen un silencio, e inmediatamente después comenzamos a pensar en otra cosa, sin sospechar que, quizás, un día cualquiera, vamos a ser sorprendidos en nuestros recuerdos con una imagen o una frase oportuna que nos traerá el esbozo de una sonrisa a los labios. Otras historias provocan nuestros sentimientos, y hasta son capaces de cambiarnos un poco la vida. Son construcciones de lujo qu...
El tratamiento nos cuenta la historia de un hombre que, en circustancias externas , se somete voluntariamente a una amnesia inducida, un tratamiento de dudosa legalidad. Centrará todas sus esperanzas en la llamada pastilla del olvido para vivir con una nueva identidad.
Triángulo escaleno: Polígono formado por tres lados y tres ángulos desiguales. Un hombre joven que mira, una hermosa mujer y un marido viejo e inválido: tres personajes bien distintos, tres momentos en sus vidas, tres monólogos cargados de intimidad, tres puntos de vista, desde tres ángulos de una misma historia. Tres, siempre tres, como los tres lados de un triángulo escaleno.
Esta novela narra la historia de un hombre, Daniel, que además es sacerdote. Llega a la Diócesis de Salamanca en el último año de la vida del General Franco. Todo lo que acontece en ese año 1975, así como el clima sociocultural de la época y los escenarios donde se localizan los hechos, están tomados de la realidad. Sin embargo, a la pregunta de si existió o no el padre Daniel, valga la omisión o que sea el propio lector quien resuelva el enigma a su antojo. Una historia que sorprende e impacta, llegando a rozar el filo de la navaja, por la puesta en escena de graves pecados, producto de la parte más oscura del ser humano, a los que Daniel se enfrenta con el sufrimiento y la impotencia que le produce no creer estar a la altura de lo que se le ha encomendado. Pero no sólo es el desencanto y los sueños rotos, también hay mucho amor y poesía en las páginas de este libro.
Hoy he comprado el libro. Estaba expuesto en el escaparate de la librería por la que paso diariamente para ir a la oficina. Me había estado llamando poderosamente la atención su cubierta, en la que destacan unos ojos de extraordinaria belleza. Felinos es el título. Actuaba en mí como un reclamo que me obligaba a mirar, cada día, a mi paso por la tienda. Ahora sé que su autora es una mujer, desconocida para mí: Amanda Freire. Deseaba llegar a casa. Tengo necesidad de comenzar a leerlo. Me instalo en mi butaca preferida, pongo los pies en el escabel y enciendo la luz directa. Me siento poseído por una magia desconocida al tiempo que me dispongo a vivir la historia que tengo entre mis manos. Cojo mis gafas y leo: Felinos, el anagrama de una editorial desconocida; una tercera página con una pequeña inscripción: ¿acaso has conocido alguna vez a alguien? Otra hoja con una dedicatoria, muy simple: A joseph, ¡vaya, qué casualidad!, Josep también es mi nombre. Me quedo demasiado sorprendido como para no estar impresionado. Algo confundido, me levanto a preparar una taza de té. Regreso intrigado a mi butaca, impaciente por seguir leyendo:
Introducción Queridos lectores: Soy Carmen, el personaje. La autora me da voz, expreso mis propias palabras, libremente, por alguna extraña razón que desconozco en esta vida recién prestada. Con mi relato pretendo haceros partícipes de los sentimientos que me constituyeron durante el duelo que sufrí por la muerte de mi madre, las dudas que me surgieron y mi incesante empeño por descubrir un secreto de familia. Soy yo y mis circunstancias en un momento creado para hacerme libre y desprenderme de una pesadumbre que se inició en mi infancia. Soy yo, y solo yo, en el diván de un psicoanalista, soy yo en un huerto donde crece un árbol misterioso, soy yo frente a una tumba donde reposa una rosa negra, tan negra como las imágenes que pueblan mis sueños y pugnan por ser interpretadas para dar luz a vuestro entendimiento.