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La poética de Rueda se ha decantado y decosntruido en la imagen y el ritmo ya que el autor ha reflexionado sobre su poesía y sus diversos registros a partir de un ejercicio crítico de estos recursos. Desde la pureza de una metáfora visual y un canto de breve cadencia, el autor ha desarrollado una prosa de la evocación y la atmósfera que en su dimensión visual contiene una tensión que desemboca en un hallazgo. La imagen misma, en una construcción de mayor complejidad, va más allá de lo descriptivo y asume en sí misma las diversas significaciones del texto hasta descubrirnos la psique profunda, el misterio poético, la revelación de lo enunciado. También, esta entretejedura se va mezclando, disolviendo, afinando, en una notación de largo alcance y tonalidad que, al mismo tiempo, encauza al texto. Asimismo, la revelación de esta visualidad armónica no sólo se cumple a un nivel de la imagen y la metáfora misma, sino en el hallazgo de una veritas de lo humano, que es la materia de esta Dinastía. [Claudia Posadas]
Un ente irreal creado con partes de seres que sí existen, un canto de perdición a quien le presta oídos. Escamas de referencia, la profundidad de la realidad como base y la fantasía como rostro angelical. Una sirena que te lleva entre las rocas. *Este libro recibió Mención Honorífica en los premios Bitácora de vuelos ediciones, 2019. El escritor Ihovan Pineda fungió como jurado en la categoría de poesía.
Cruce de dos mundos que se encuentran por errores de cálculo. Serendipia afortunada para quienes llegan con sus arcabuces y “dan tormenta”; error maldito para “los desnudos, [que] desnudados fueron de sus dioses, de sus dones y sus danzas”. Así comienza el poemario Este lugar que soy de Lilia Ramírez, quien nos invita a mirar, en un principio, la eclosión de un nuevo mundo. Es una obra poética que interroga, a través de la flor y el canto, sobre el lugar que somos; lo hace desde la otra orilla, ahí donde las palabras se ensanchan y nos llevan a escuchar “gaviotas indefensas de grandes picos”, el sonido de “los caracoles en lo alto de los altares” o el canto de las hogu...
Visitaciones, libro de poemas de Aurora Hernández, es un lienzo y el tinte esencial de la luz remata en claroscuros. ¿Qué se proyecta en el azar de esa pantalla invisible, como así lo escribiera Roberto Juarroz? La calma no, sino el desorden del alma. Desde el mito, desde el dogma, desde el paisaje en aparente calma (“los montes extienden la paz”; “en el árbol suenan / las hojas y el cascabel”) hasta lo que inquieta y vuelve de color negro la infancia (“¿cómo se repara el daño que se le hace a una niña / cuando el pariente la acomoda en sus piernas / y la besa en la oscura habitación?”; “con un borrador de tinta / con un plumero / desvanece la composición de mi mente”). Finalmente, los colores retoman la armonía de su simbolismo; la armonía de lo que ya es visible. La poesía vuelve bañada de luz en una apoteosis: el corazón —delicada ave muerta— será árbol, fruto granate. Su incendio. Nadia Contreras, poeta
El hombre ha destruido el planeta Tierra. Ahora, los humanos viajan en submarinos por el espacio estelar en busca de un planeta habitable. La capitana Zazil-ha, influenciada por los recuerdos de su abuela, regresará a la Tierra con la esperanza de encontrar vida.
Siete postales rotas es un viaje al interior del ser humano ante la omnipresencia de la enfermedad. Un estudio de ese miedo al otro que se anticipa a los síntomas, del archipiélago en que nos hemos convertido las criaturas citadinas. En Siete postales rotas, el poeta seleccionó siete lugares del mundo que enfrentaron la primera gran pandemia del siglo XXI desde distintos ángulos e idiosincrasias. Nueva York y las pinturas de Edward Hopper; la fe puesta en el Río Ganges de la India; la cotidianidad en el restringido invierno de Varsovia; un aeropuerto clausurado en Tokio; Paris en busca de turistas; Río de Janeiro, de playas y conspiraciones; El Cairo y la undécima plaga. Como reza la canción de Disneylandia: “Es un mundo pequeño, después de todo”.
El tiempo, la espera, los mitos de los nombres evocados y las rebeliones nocturnas son algunos de los temas plasmados en Eterno retorno. Así como su título lo indica, el autor nos presenta un éter nocturno combinado de figuras retóricas y un ritmo taciturno en cada uno de sus versos. El aura noctámbula y llena de días marchitos se rompe con imágenes coloridas pero potentes: como la sangre, sinónimo de un colibrí de alas inquietas. Enrique Dimas, con sus poemas, nos adentra en un bucle temporal donde la muerte no significa luto, sino un testigo omnisciente del universo.
Amoramar y la sed es un pozo donde hay agua pero la ansiedad no está satisfecha. A través de los personajes que surgen del mar o la calle se establece la contradicción entre regresar a la naturaleza del agua o abandonarla. Hay retratos que dejan ver la desolación de un territorio destruido; es la mano del ser humano acaparando espacios para la contemplación, puede más su deseo de oscurecer el agua, contaminarla. El regreso al agua será desde el cuerpo, su gozo habrá de extenderse para volverla cristalina, Amoramar lo sabe.
La intensa travesía de Anselmo al recorrer la densa selva para asesinar al chaman y cobrar la recompensa por su cabeza. El terror de Barbosa al sentir, desde la lejanía, el calor y presencia del inexplicable tamaño de aquellas enormes llamas tan confusas y misteriosas. El agradecimiento de Alicia a la Santa Niña por haber cumplido a su familia el milagro de salvar la vida de su pequeña hermana, que más tarde se convertiría en asco y arrepentimiento. La desesperanza de Víctor al no poder compartir su vida con alguna mujer sin matarla con un solo beso. La confusión de Pamela al tratar de comprender el amplio rango de emociones humanas y la naturaleza de sus retorcidas acciones. El misticismo mexicano es un compendio de una amplia gama de leyendas, y el concepto de poderes mágicos, brujería y el milagro de los santos, hacen presencia de forma casi cotidiana. Julián Mitre da uso de estos elementos para sumergirnos en el suspenso de este cuentario que, desde diferentes historias, nos transporta a través de una narrativa repleta de ficción cuyo borde se vuelve casi invisible ante la realidad mágica del mexicano.
Jardín de figuras abiertas I y II, es un trabajo colaborativo. Lo hacen posible las autoras y autores que participan y Bitácora de vuelos ediciones; acontecimiento que, en estos tiempos difíciles, se debe agradecer y festejar. Uniendo esfuerzos y prioridades es posible desarrollar proyectos que impacten directamente en el corazón de las personas; proyectos que cambien, alteren, sacudan, revelen otra forma de mirar al mundo, sus luces y sombras. Este segundo volumen reúne la poesía de: Jacqueline de la Luz Campos Rodríguez, América Alejandra Femat Viveros, Berta Alicia Carrillo Quiroz, Elizabeth Alejandra Castillo Martínez, Gela Manzano, Joselín Mejía García, Jorge Pacheco Zavala,...