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Seguimos juntos, dice Peter Sloterdijk, porque somos sistemas de preocupaciones que se estresan a sí mismos y huyen permanentemente hacia adelante. Una sociedad no es más que eso: un campo de fuerzas constituido por el estrés, "que sólo existe en la medida en que logra conservar su tono específico de inquietud a lo largo de la sucesión de temas día a día, año a año". Nuevo nombre del malestar en la cultura freudiano, el estrés reemplaza aquí a la paranoia, factor de unión psicosocial muy enarbolado en la época (no tan arcaica) en que las comunidades postulaban enemigos exteriores para abroquelarse, y a su equivalente médico, la semántica inmunológica, que describía la sociedad como un sistema inmunitario enfrentado con toda clase de agentes externos microscópicos.
Mujer europea y africana a la vez, binacional, francesa y gambiana, judía con orígenes cristianos y musulmanes, animista antes de la islamización de África occidental, blanca y negra, hoy quiero mostrar todas mis cartas: me siento cómoda con mi piel. Y menos mal, ya que si fuera racista, con todas esas "razas" dentro de mí, me resultaría inevitable odiarme a mí misma. Si es necesario que haya una representación de los negros, ¿qué es ser negro? ¿Un negro de ciudad es lo mismo que un negro de campo? La única regla de la que disponemos es una prueba esclavista. Qué lindo. Rachel Khan
Perra, ganadora del Premio Sade en 2020, es el primer libro de Marie-Pier Lafontaine. Con una crudeza que limita todo el tiempo con lo sórdido, Lafontaine se aferra a su experiencia personal para hablar de un tema que, aún hoy, sigue siendo tabú: el abuso intrafamiliar.
En El innombrable, un narrador cuya identidad es casi imposible de desentrañar (¿es una persona, es varias o no es ninguna?), filosofa sobre su oscura vida y se va sumiendo, a medida que avanza la historia, en la más terrible desesperación, en un estilo de monólogo interior muy similar al Ulises de James Joyce. El innombrable es una de las tres novelas de la "trilogía Beckett". Las otras dos, Malone muere y Molloy, serán publicadas por Ediciones Godot en 2017. "Quienes llegaron a conocerle bien cuentan que, si en algún momento sentía que se ausentaban las palabras, Samuel Beckett quedaba literalmente despojado, y desaparecía. Hay una multitud de momentos en su obra en que habla de las palabras y las examina. En El innombrable, por ejemplo, las llama 'gotas de silencio a través del silencio', y es una manera de decir que para él lo son todo".
Este libro reúne una serie de intervenciones publicadas o pronunciadas entre 2010 y 2021. Pero cobra sentido desde una perspectiva más amplia sobre las transformaciones que afectaron a nuestro mundo desde el corte que representó el desplome del sistema soviético a fines de la década de 1980. Todos recordamos las especulaciones que provocó en su momento el fin de la Guerra Fría. En esa línea, el exitoso libro de Francis Fukuyama El fin de la historia y el último hombre anunciaba en 1991 la llegada de un mundo uniformizado y pacificado por el reinado conjunto de la economía liberal y la democracia política. Tales predicciones traducían la sensación más ampliamente compartida de q...
El síntoma más angustiante de la mayoría de los conflictos que ven el día en la actualidad es su carácter irreal. Tienen aún menos realidad que el conflicto entre griegos y troyanos. En el centro de la guerra de Troya había, al menos, una mujer que era, por cierto, la perfección de la belleza. Para nuestros contemporáneos el lugar de Helena lo ocupan palabras escritas con mayúscula. Si tomamos una de esas palabras, infladas a base de sangre y lágrimas, e intentamos estrujarla, la encontraremos vacía de contenido. Las palabras con contenido y con sentido no son mortíferas. Si en alguna rara ocasión, una de ellas se ve mezclada con alguna efusión de sangre, será más bien por accidente que por fatalidad, y se tratará entonces, por lo general, de una acción limitada y eficaz.
Ludwig, un joven de origen humilde, consigue un trabajo importante después de muchos años de esfuerzo. Se enamora perdidamente de una mujer, hasta que la Primera Guerra Mundial los obliga a separarse. Varios años después, se produce el reencuentro, en el que tanto él como ella intentan revivir ese amor, que en un principio parece ya ser historia. Para que el amor no muera, ambos buscan refugio en un viaje al pasado.
Pienso que un lector no es alguien que acumula lecturas, sino, más bien, alguien que aprende a leer de distintas maneras, guiado por diferentes preguntas, a lo largo de su vida. No creo que nadie aprenda a leer de una vez y para siempre. Todo gran texto —incluso toda gran película y todo gran disco— nos pone en situación de tener que volver a construir modos de indagación y contacto con el objeto. Quisiera pensar que pude escribir no solo sobre textos y películas que me conmovieron, sino también sobre esas pequeñas modulaciones en mi percepción. Las historias no son más que historias. Se cuenta, se leen, a veces se escriben. El problema es comprender su poder para deformar. Comprender la distancia atroz entre la vida y las palabras. Alcanzar, por un momento, la certeza de la incomunicación que anida en el lenguaje.
El escritor profesional se muestra en redes, opina sobre los temas de su tiempo, declara en contra de las injusticias pero nunca pone en jaque la raíz del problema, la crítica es vacía y calculada. Lo suficiente para evitar que lo acusen de superficial cuando postea su selfie. Es joven, bueno no tanto, lo justo para mostrar que rompe con la tradición. No lee, no tiene tiempo para esas cosas, no recomienda a sus contemporáneos. Seamos positivos, tiene agente. Ser artista o poeta (hubo un tiempo no tan lejano en que el escritor de "narrativa" también aspiraba a que en sus páginas hubiera arte o poesía) es una operación, no se trata de una esencia o un bien. La identidad del artista o poeta es un disfraz que el sujeto se pone durante el tiempo que dura esa gracia, ese juego, ese hallazgo o, si se quiere, menos romántica y más precisamente, esa práctica. Aunque ese tiempo, por supuesto, incluya un "trabajo artístico", aunque ese tiempo tenga las limitaciones del artista o el poeta mismo.
En El entramado, Christian Ferrer reflexiona sobre cuestiones relacionadas con la técnica y la vida cotidiana. "Medios y espectáculos ofrecen refugio y paliativo a infinidad de vidas dañadas, aunque la consecuencia de acostumbrarse a ellos es fomentar el hábito de ocuparse de las cosas no ocupándose de lo que es importante, es decir llevando adelante vidas que quizás se preferiría no repetir en una eventual reencarnación. Encontrar virtud en la adquisición de confort y el consumo de espectáculos es lo propio de una subjetividad asediada y adictiva, para la cual el domicilio funciona a modo de estuche protector. En el hogar, la tecnología es puerta de acceso al esparcimiento y promesa de inmunización contra el dolor, la soledad o el aburrimiento, y los medios de comunicación colaboran con ello en su rol de apaciguadores o de excitantes, según se mire, pero sobre todo por cumplir funciones de consuelo que alguna vez estuvieron a cargo de capillas, santuarios y templos."