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Señales de ruta (Antología de cuento colombiano) Selección y prólogo de Juan Pablo Plata Arango Editores, 2012. (17 cuentos) Señales de ruta reúne a un colectivo y dieciséis narradores colombianos dignos de los primeros años de un siglo y milenio, para que se unan al grupo de exploradores del abismo que se presenta en las letras hispanoamericanas. (Enrique Vila-Matas, dixit.) Resta la lectura morosa para hacer el juicio de los autores incluidos con el favor de la crítica, los lectores y el mejor juez literario: el tiempo. Todos los autores de Señales de ruta tienen un tiquete sin destino. Carolina Alonso (1972) / Gato traidor. Liliana Carbone (1972) / Cárcel blanca. Andrés Burgos...
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Una mañana, cuando las vacaciones escolares recién inician, la narradora de esta novela recibe una terrible noticia: su mamá está muerta. Ahora que han pasado más años de su vida sin su madre que con ella, decide regresar a ese lugar fangoso que es la adolescencia para reconstruir no solo ese momento que rompió su vida en dos sino el tiempo que lo precedió y las maneras en que el silencio se había apoderado de todo. El funeral, las diligencias con certificado de defunción en mano, un padre que regresa de lejos para embarcarla en una aventura inesperada serán algunos de los hilos que tejerán el duelo de una joven de catorce años. Ella irá descubriendo las grietas del pasado, aquellos pesos que su familia y su madre cargaban, mientras va encontrando las palabras y la fuerza necesaria para nombrar esa inexplicable muerte. Con gran destreza narrativa, Diana Ospina Obando reconstruye la mirada de la adolescente para hablarnos de heridas profundas, de soledades y silencios, de corrientes que nos arrastran a lugares oscuros sin que podamos evitarlo y del camino que toca recorrer para seguir viviendo. Una novela que conmueve y que en cada página muestra hondura y belleza.
Manuela la reconoce de inmediato: es la pistola de su hermano, un desconocido la ha metido en su bolsillo después de que se desplomaran ante el estruendo de una bomba. No entiende cómo, pero es la misma arma de José Antonio, quien falleció en un accidente hace apenas unos meses. Sin saber si esta pistola es una respuesta o una pregunta, la protagonista emprende un viaje en el que los lazos de la amistad demostrarán ser más fuertes que los de la sangre. Desde esa primera explosión son muchas las bombas que se detonan en este libro, con el sonido seco de todo lo que estalla al encontrarse con la crudeza de lo real. En esta, su segunda novela, la autora dibuja una constelación familiar sostenida por mentiras; ficciones que le dan sentido al amor aún después de las heridas.
En Colombia nunca han faltado los críticos de cine, dice Oswaldo Osorio. Sin embargo, la obligada formación autodidacta y el lento progreso de la producción cinematográfica colombiana han hecho que el oficio de crítico sea un camino accidentado y con muchas etapas, que van desde la del comentador de los años cuarenta hasta la democratización de la labor con la expansión del internet a finales del siglo pasado. Aun con eso, y a pesar de que no se pueda hablar de una profesionalización y de que el panorama esté lejos de ser consistente, la trayectoria de este oficio da cuenta de una persistencia a través de múltiples voces, estéticas, estilísticas y tendencias. La crítica de cin...
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