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El discurso de la «teopoética», en general y particularmente en relación con la interpretación de la Escritura y la reflexión teológica, es aún un desarrollo reciente que surge de la intersección entre la teología y los estudios literarios, similar a la «espiritualidad bíblica», que brota de la intersección entre los estudios bíblicos y la espiritualidad, y a la «estética teológica», que tiene su origen en la intersección de la teología con todas las formas de estética: arte, literatura, música, etc. La razón de ser de la creciente importancia de la mediación de la estética en el quehacer teológico reside en el hecho del crepúsculo de los grandes relatos y de la fragilidad del discurso político. Lo simbólico y lo prerracional se aproxima más e interacciona mejor con la experiencia -incluida la experiencia religiosa- que con la experiencia racional y especulativa.
Este número de Concilium se inicia con una buena noticia sobre los jóvenes adultos: tienen voz y hablan enérgicamente. Junto a teólogos más experimentados, este número da la voz también a estudiosos y teólogos jóvenes. En los diferentes artículos se nos muestra cómo hacen teología los jóvenes, cómo ven su lugar en la escena global, sobre todo en la Iglesia, cómo ven el futuro, cuáles son sus desafíos con respecto a la sexualidad y la familia, la fe y la pertenencia católica en una sociedad pluralista.
A lo largo de la historia, frecuentemente la religión ha estado conectada a la identidad y funcionado como soporte o defensa de la política dominante. Surge esta pregunta: ¿cómo puede la religión devenir y seguir siendo la principal fuerza motora de acción no violenta, reconciliación y búsqueda de justicia en sociedades afectadas por conflictos graves? Para ser verdaderas constructoras de la paz, las religiones necesitan tener en cuenta la naturaleza fluida y porosa de todas las identidades -incluidas las religiosas-, cultivar un sentido de identidad poliédrica en la vida de los individuos y de las comunidades, juntar fuerzas con iniciativas de la sociedad civil y de movimientos sociales, promover la equidad y la justicia, y ayudar a sanar recuerdos y reescribir la historia.
La «familia» se ha identificado a menudo como «iglesia doméstica». Aprendemos a ser cristianos en nuestras familias. Como siempre ha mantenido la doctrina católica, los padres ejemplarizan la relación de Cristo y la Iglesia, y los hijos son la encarnación del amor de sus padres. Las experiencias familiares, para bien o para mal, nos configuran como las personas que llegamos a ser. Pero las familias se están haciendo cada vez más complejas y tienen que afrontar desafíos que no tienen respuestas fáciles, ni por parte de la Iglesia ni por la sociedad.
Con este número tratamos de celebrar un doble aniversario: por un lado, el del Concilio y de todo cuanto significó para la vida eclesial, la pastoral y la liturgia, y, por otro, el de la revista Concilium. La fundación de la revista Concilium hace cincuenta años sigue dando fruto. Y -lo que es más importante- la revista no se ha detenido en el tiempo, sino que continúa en su dinámica de afrontar en su ritmo y cadencia los desafíos del presente y del futuro de la sociedad y de la Iglesia.
Las neurociencias actuales están haciendo evolucionar el modo en el que vemos, percibimos e imaginamos al ser humano y la conciencia. Y, por consiguiente, también afectan a nuestra forma de entender la relación con Dios, a nuestra comprensión y a nuestro discurso sobre Dios. ¿Cómo abordan estas cuestiones y debaten con ellas la filosofía, la antropología, la teología y la ética? Manteniendo siempre su capacidad crítica, estas disciplinas no pueden ignorar los resultados y los métodos de la investigación científica con el objetivo de analizar la pertinencia de las proposiciones que se hacen con relación al futuro del mundo y del hombre, de su progreso y de su salvación.
La idea de lo apocalíptico sugiere actualmente el «final de los tiempos», los horrores y la condensación del tiempo histórico, que no parece dejar apenas espacio a proyectos utópicos o signos de esperanza de un nuevo comienzo. En este número abordamos qué significa lo «apocalíptico» en la tradición bíblica, cómo esta tradición sigue viva o es reformulada de forma nueva en la teología cristiana contemporánea, y qué consecuencias surgen de ella.
Por ser la reforma de la Curia romana una prioridad en este comienzo del pontificado del papa Francisco, Concilium, dentro de su tradición de publicación enraizada en la teología conciliar, pretende ofrecer a la consideración de los lectores los análisis y sugerencias de especialistas en áreas como la historia de la Iglesia, el derecho canónico, la eclesiología, la pastoral y la espiritualidad, partiendo de los textos del Concilio Vaticano II y de documentos posteriores con origen en el mismo magisterio pontificio.
La ortodoxia puede aparentemente resultar algo inocente, puesto que su preocupación es mantener la verdad y la validez de las propias creencias religiosas. Sin embargo, la historia y la experiencia han mostrado que ha sido un concepto ideológicamente cargado que ha servido como medio de exclusión, como punto de referencia para reprimir la libertad de pensamiento y como arma para «disciplinar y castigar». No diferente ha sido el caso de la ortodoxia cristiana.
Durante estos últimos años se ha prestado una gran atención al tema del significado teológico de la relaciones entre el cristianismo, el consumismo y el mercado. Desde la perspectiva de la antropología teológica, las cuestiones de los deseos humanos -de Dios, de otros seres humanos, de bienes materiales- sugieren que mientras que no podamos vivir sin alimentarnos, vestirnos y refugiarnos, nuestros deseos, aparentemente insaciables, un tema sobre el que tan elocuentemente habló san Agustín, aún tienen el poder de consumirnos.